09 septiembre 2013

Algunas verdades sobre Sniace

Artículo de Víctor Gijón en Aquí Confidencial.es

Tengo muy claro, y desde hace bastante tiempo, que Sniace no ha tenido al frente a los mejores gestores del mundo. Que a su Consejo hayan sido promovidos políticos y aguerridos ex sindicalistas no dice mucho a su favor. Pero que las lecciones sobre cómo dirigir mejor la empresa químico-papelera ubicada en Torrelavega provengan del ex empresario que hundió Candemat en seis meses, y que hoy preside el Gobierno de Cantabria, no tiene un pasar. Ignacio Diego, no contento con ofrecer su impagable magisterio de empresario con ese ‘curriculum’, se ha dedicado a poner palos en las ruedas del futuro de la empresa. El que ahora Sniace entre en concurso de acreedores es, por supuesto, achacable a la gestión de sus directivos, pero no hay duda de que el Gobierno del PP ha ayudado lo suyo para llegar a este punto.

Diego decidió, nada más ganar las elecciones y hacerse con el Gobierno de Cantabria, poner en cuarentena todos los proyectos ‘heredados’ del anterior Ejecutivo regional. También estableció un ‘cordón sanitario’ en torno a los empresarios que, a su modo de ver y sospechar, habían confraternizado con el enemigo: el Gobierno PSOE-PRC presidido por Miguel Ángel Revilla. Diego mando emisarios a los empresarios ‘contaminados’ con un mensaje claro: deberían hacerse perdonar sus ‘pecados’ antes de ser recibidos por el ‘jefe’, es decir él. Un perdón que pasaba por renegar de personas y proyectos que tuvieran algo que ver, ya fuera mucho o poco, con el Ejecutivo de coalición de socialistas y regionalistas que durante ocho años, entre 2003 y 2011, gobernó en Cantabria.

Uno de esos empresarios a los que Diego puso la cruz y exigió vasallaje se llamaba y se llama Blas Mezquita. El presidente de Sniace, hoy temporalmente alejado del cargo por enfermedad, fue declarado ‘colaboracionista’ desde la plata sexta de Peña Herbosa. Y ponían dos ejemplos de esa colaboración con el ‘enemigo’. Sniace, bajo la dirección de Mezquita, había aceptado participar en el concurso eólico, en el que obtuvo la adjudicación de una de las zonas de explotación en una UTE en la que participaba también el Banco Santander. Y, segundo, tenía concedido un crédito de 60 millones de euros, negociado con el apoyo del Ejecutivo PSOE-PRC con el Banco Europeo de Inversiones (BEI), para la construcción de una planta de bioetanol en Torrelavega. Una inversión de 120 millones, que daría trabajo en su construcción a 1.000 personas, y crearía 100 puestos de trabajo. Eso sin contar los ingresos económicos que obtendría Sniace con la diversificación de su negocio al entrar en el sector de las energías renovables que, en aquel momento -ahora se lo cargado el PP para apoyar a las compañías eléctricas y petroleras-, tenían un importante desarrollo en Cantabria.

Pero lo que eran, sin duda, alternativas para una empresa que había visto cambiar radicalmente su negocio en los últimos años, debido principalmente a los costes medioambientales, fue percibido por Diego como una sumisión al pasado. Y cortó por lo sano. El aval del Gobierno de Cantabria ante el BEI para que Sniace se financiara en Europa se retiró y el proyecto entró en vía muerta. La inversión que Sniace tenía prevista en Cantabria la derivó hacia una nueva planta en la frontera polaco-alemana, para la que si recibió el apoyo de las instituciones. El concurso eólico fue paralizado sin más en cumplimiento de una de esas raras promesas electorales que el PP no ha dejado olvidada en el cajón.

Sin embargo, y no contento con haberle cerrado las puertas para proyectos que, a medio plazo, podían sanear la empresa, Diego obligó a Mezquita y Sniace a renegar públicamente de su participación en el negocio eólico. Aprovechando la sentencia provisional en contra del concurso, que el Gobierno del PP admitió como si fuera firme para cumplir su ‘venganza’ contra el anterior Ejecutivo, Diego y los suyos presionaron a las empresas adjudicatarias para que renunciaran a sus derechos. Sólo lo logró con Sniace, secundada por el Banco Santander. La entidad presidida por Emilio Botín sabe nadar y guardar la ropa y juega con la ventaja de que haga lo que haga ningún Gobierno de Cantabria le pondrá nunca la proa. Sniace renunció a la concesión obtenida en el concurso para la exploración eólica a cambio de ser admitido de nuevo en la ‘familia’.

Pasados los meses no parece que su sometimiento a los caprichos obsesivos de Diego le haya servido de mucho. Desde el momento en que el Ejecutivo del PP cerró la puerta a los dos proyectos diseñados para que Sniace tuviera futuro su supervivencia quedó en entredicho. Desconozco que promesas le hizo Diego a Mezquita, si es que las hubo, para compensarle por haber renegado del pasado. Pero a principios de este año la situación, que ya era mala, se convierte en insostenible. Y, también, por una decisión del PP, aunque en este caso haya que imputársela, al Gobierno de España.

El ministro Soria ha justificado el desmantelamiento del sector de las energías renovables por la necesidad de reducir el déficit tarifario de las eléctricas. Soria es rehén del lobby eléctrico y ha apostado claramente por las empresas petroleras (Repsol) y los gasistas relacionados con el fracking (también Repsol, entre otras). La Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad Energética afecta de plano, tanto en el céntimo verde por el consumo eléctrico, como en la anulación de subvenciones para la producción de energía, a Sniace, también a otras muchas empresas, no sólo de Cantabria sino de todo el país. Ante esa nueva situación, Diego, emplazado por dirección y trabajadores de Sniace, sacó pecho y anunció que lograría excepciones a la regla (ley) para las empresas de Cantabria y concretamente para la factoría químico-papelera. El presidente regional aseguró que con esa excepcionalidad solicitada el problema quedaba resuelto. Se olvidó decir que lo que supuestamente se arreglaba era consecuencia del último desaguisado, que se hacía frente a sus efectos, pero sin abordar ninguno de los problemas de fondo pendientes.

Sin medidas para arreglar el problema principal, la necesidad imperiosa de Sniace de diversificar su negocio, la aplicación de la excepciones de la reforma energética a Cantabria, un paliativo, se han ido retrasando. No les aburriré relatando día a día, semana a semana, las promesa de plazos, todo ellos incumplidos por el Gobierno. Quedémonos con dos referencias temporales: en febrero Diego anunció que Sniace sólo pagaría un 90% de céntimo verde; hace una semana informa que la citada reducción fiscal no se hará efectiva antes de 2014. Que la Ley se mantenga vigente durante todo el año 2013 representan un coste de nueve millones de euros a añadir a una escuálida cuenta de resultados. Sniace no entra en concurso de acreedores únicamente por la aplicaron de la citada ley, pero si es la gota que colma el vaso.

Diego impidió que Sniace siguiera adelante con sus proyectos diversificadotes que contaban con el apoyo del anterior Gobierno regional. Hoy las nefastas consecuencias de aquellas equivocadas decisiones hacen peligrar los puestos de trabajo de 533 trabajadores y pueden acabar con otros 500 empleos indirectos en la comarca del Besaya. En un territorio golpeado severamente por la crisis, con un 27% de paro, un punto por encima de la media nacional, y cinco puntos más que la tasa de desempleo para toda la Comunidad Autónoma, el Gobierno ni puede ni debe, como está haciendo, lavarse la manos con el argumento de que es un problema de la empresa.

Para Diego la actuación en las empresas depende de lo que pueda sacar de ella. Me refiero políticamente, aunque, a lo mejor también hay otras compensaciones emocionales. No es verdad que siempre haya actuado igual. Entró a fondo en Teka porque medió un amigo y ahí no se planteó que fuera un problema interno de los propietarios de la empresa de cocinas. Se metió también en Sonkyo, para hacer demagogia colocando a una decena de trabajadores de Papelera del Besaya, pero eligió mal y la empresa está en quiebra y los recolocados e en el paro. Se ofreció a B3 Cable, pero con la boca pequeña, conscientes de que no había réditos políticos que rascar. Hoy la antigua Standard ha sido vendida a los alemanes vaciada de trabajadores. Eso sí, hay que reconocerle que le salió redonda la operación de vender a los alemanes de Fermacell la ‘chatarra’ de la fábrica de fibroyeso de Orejo. La antigua GFB se vendió, eso sí, por casi la mitad de los que estuvo a punto de pagar la multinacional germana al anterior Gobierno regional por la polémica fábrica. Eso sí antes de la quiebra y de la comisión de investigación. Pero de la participación del PP, de Diego, Bedia y Cortabitarte en el fracaso de aquella venta, que habría aminorado las pérdidas de Cantabria en el fallido proyecto de GFB, prometo escribir en otro momento.